Esta es la vida, este momento en el que la luz relampagueante sobre el papel deja sombras de hojas y reflejos del agua entre mis dedos.
Elijo esta mañana de invierno mientras los chicos juegan y mis alumnas se trenzan el pelo y ríen y hablan fuerte.
Elijo esa línea de niebla que aún queda sobre el agua y los tendales entre los álamos que adornan como banderines los fondos de las casas.
A esta altura del camino, antes de entrar al Paycarabicito, nos cruzaremos con una garza blanca. Se quedará inmóvil entre los juncos con la cabeza gacha hasta que la lancha pase y pueda aprovechar el festival de peces en el revuelo de la hélice.
Elijo el óxido de los cipreses calvos y las casuarinas que delatan la mano del hombre y los nenes de jardín embutidos en sus chalecos salvavidas verdes o naranjas moviéndose torpemente entre los asientos hasta encontrar un sitio.
Cada tanto alguien saluda nuestro paso con una mano en alto y luego sigue en su tarea.
Hoy terminaremos los tapices bordados con 2b y reescribiremos los relatos del delta con 1a. Le voy a pedir a Olga que vuelva a contar la historia de la ballena.
Estamos llegando a la escuela.
Es mi primer día de este nuevo ciclo, siento esa fuerza de haber cumplido un año más y de estar aquí y ahora.
Esta es mi vida.
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