Almohada de té




Entre el despertar y el dormir
hay un tiempo íntimo que llamamos makura


El brazo del amante nos rodea
la respiración se aquieta
y los grillos apenas cantan fuera de la casa.


Caemos en el sueño
la oscuridad es una tela pesada sobre los párpados


-apoya la durmiente su cabeza en la almohada de té
y libera el brazo del amante que en un solo paso de baile
aleja su antebrazo, acerca el muslo-


Todo espíritu que duerme acompañado
viaja entre hojas del otoño que cubren su huella,
balancea su cuerpo como un barco
en el pálido temblor de las bujías
y el amor es un mar
una gestualidad nocturna que ignoramos.

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